Ya voy dejando las calles
y solo se van quedando reflejos de luces amarillas, pequeñas, miserables.
Esta tarde no me importo ni me importa nadie y quiero estar solo.
Quiero caminar adonde no exista un árbol, una fuente, un perro…nadie.
Huir de todos los espantos y todos los milagros;
de los buenos y de todas las caretas que cubren a los males.
Quiero mirar, con la poca luz que queda en el cielo,
a las gaviotas que, de tierra adentro, vuelven
al sonido nocturno de las olas
y envidiarles profundamente la libertad que tienen
de observar desde lo alto las angustias que existen en la tierra.
Quiero ser y no ser al mismo tiempo y no comprometer
mi saludo de mano a las manos de algunos miserables.
Quiero querer y no querer en particular a nadie
y olvidarme del amor y de las calles.
Solo quiero caminar sin rumbo definido
para llegar a donde no ha llegado nadie.
Quiero simplemente recobrar
la libertad de no pensar siempre en algo razonable.
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